Fernando Alonso, atado de pies y manos


Pueden llamarme clásico, anticuado, dinosaurio, nostálgico, tradicional... pero adoro el Circuito de Spa-Francorchamps y adoro el Gran Premio de Bélgica. Un escenario sin comodidades donde todo es difícil. Está lejos de cualquier sitio, no es fácil ni barato conseguir alojamiento, los atascos son descomunales, los aparcamientos están lejos y la meteorología siempre juega en tu contra. Un lugar entre colinas y frondosos bosques que huele a hoguera y a cerveza derramada, donde la humedad se te mete en los huesos y el barro en los zapatos. Un lugar de bares bulliciosos y tertulias acaloradas donde se mezclan los acentos y el tema de discusión siempre es el mismo: la pasión por el automovilismo. Y a pesar de todo persiste. Con un lavado de cara que lo modernizó hace años sin tocar apenas lo que le ayuda a ser único: un trazado de siete kilómetros y cuatro metros donde cada curva tiene una historia.

La modernidad y la tecnología han acabado con alguna de sus leyendas. Por ejemplo, el reto histórico de hacer Eau Rouge a fondo. Los coches actuales le han quitado épica a esa subida y ahora hacer el tramo a fondo resulta fácil para todos los pilotos. Nada que ver con el pasado en el que el pie tenía que recibir impulsos del corazón y no del cerebro para que se quedase quieto sin levantarse.

En medio de un calendario lleno de destinos snob y circuitos clonados en la factoría Tilke volver a respirar la atmósfera de Spa resulta, antropológicamente hablando, saludable. Quizá sea cierto que soy un nostálgico empedernido y que me empeño en dar más importancia al factor humano que al tecnológico. Por eso el sábado se me escapó una sonrisa cuando me enteré de que el fallo de motor del coche de Fernando Alonso había sido culpa del piloto. Su error fue pasar por la curva de Pouhon (para mí la más difícil de Spa) más rápido de lo normal. Al menos más rápido de lo que el complicado y sofisticado sistema de software y GPS del motor Honda consideraba normal. El fallo de Alonso fue pasar más rápido de lo que nunca lo había hecho, lo que provocó que el sistema de Honda entrase en colapso porque no sabía donde estaba el coche. Debería estar en Pouhon, pero era imposible a esa velocidad. El software no entendía nada porque los software, igual que los hardware, las CPU, las RAM y los ROM viven en un mundo empírico de fenómenos previsibles y calculables. No podían entender que Magic sacase unos kilómetros por hora extra del bolsillo de un motor que, desde el punto de vista matemático, no podía dar tanto. ¿Cómo explicas al MGU-H o a la ICE del motor Honda que Fernando quería pasar a la Q3? ¿Podrá entender alguna vez el MGU-K que la naturaleza, el genio y el talento de un hombre puede ser ilimitado en determinadas circunstancias?

Después de descubrir que el motor Honda se colapsa cuando el piloto hace algo excepcional llegó el domingo y la salida del gran premio. Fue ver a Fernando séptimo y pensar: "¡Ostrás, se acabó! ¡El motor se va a parar!". Pero no, algo debieron hacer los informáticos de McLaren para subir la capacidad de sorpresa de sus propulsores porque ni siquiera se detuvo el motor Honda cuando unas vueltas después Fernando hizo un doble adelantamiento a Hulkenberg y Ocon en la frenada de Les Combes. Bueno, en realidad sí, a partir de ahí entró en colapso, pero no en el colapso del sábado, fue el de siempre. El mismo síncope de rendimiento, la misma atrofia, la misma anemia, la dolorosa artritis crónica que hace que en las rectas el McLaren parezca un monoplaza de una categoría inferior. Y a partir de ahí, Alonso sólo recibió bofetones. Es como esas películas de acción en las que el protagonista está atado de pies y manos en una silla y los malos no hacen más que sacudirle mamporros. Resulta doloroso y cruel, pero al menos en las pelis contienes tu rabia porque sabes que tarde o temprano el bueno se va a liberar y los malos van a recibir con creces su merecido. Sin embargo la Fórmula 1 no es una película y de momento Fernando Alonso sigue atado de pies y manos recibiendo golpes sin parar. El largometraje está llegando a su fin y me temo que como algo no cambie no habrá segunda parte.

Y mientras a Alonso lo siguen machacando en la silla, el guión de la película dice que otro de los protagonistas tiene que volver a morir. Es ver como se para el Red Bull de Max Verstappen y automáticamente darte cuenta de que un 30 por ciento del espectáculo de la carrera se desvanece. No sé en qué piensan los directores de la Fórmula 1 y sus guionistas. Con Alonso atado y Verstappen muerto el éxito en taquilla corre peligro. Todo depende de los dos de siempre, Hamilton y Vettel, que luchan, sí, pero no llegan al cuerpo a cuerpo. Se enfrentan desde la distancia. Una distancia corta de algo más de un segundo durante toda la carrera, que el primero gestiona echando mano de sus botones mágicos. Realmente decepcionante ver como después de un periodo de coche de seguridad y a falta de 13 vueltas Sebastian Vettel es incapaz de poner en apuros a Hamilton con unos neumáticos que son dos escalones más blandos que los del piloto inglés. O Hamilton y Mercedes se guardan siempre un as en la manga o al alemán le faltó en Spa determinación. Quizá Sebastian sepa que su motor Ferrari también puede entrar en colapso si hace algo excepcional que esté fuera de las normas de la física. Mejor aguantar y no asumir riesgos. Mejor no salir de la zona de confort. Renuevas a Raikkonen, que no es un compañero incómodo, y entonces renuevas tú. Todo fácil y previsible.

Y ahora en siete días llega Monza. El templo de la velocidad para todos excepto para Mclaren, que en los escenarios donde todos corren más ellos corren menos. Y Alonso a seguir recibiendo sopapos. A volver a encajar los golpes y morderse la lengua para no hablar... demasiado. @AntonioLobato @elmundo es

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